“Dios no dijo sólo a algunos, sino a todos: sed santos.”
Bto. Luis Tezza
Esta invitación del Beato Luis Tezza, resuena en cada gesto vivido este mes de julio en nuestra Residencia San Camilo.
Con este convencimiento profundo vivió el Beato Luis Tezza, fundador de las Hijas de San Camilo, cuya figura fue conmemorada en nuestra Residencia San Camilo con un triduo de oración los días 24, 25 y 26 de septiembre, al que se unieron trabajadores, residentes y familiares. Tres días de oración compartida, no como simple acto devocional, sino como verdadera experiencia de comunión, gratitud y renovación vocacional en torno a quien supo vivir el Evangelio a través del servicio a los enfermos.
Durante tres días, la comunidad de la Residencia San Camilo se reunió para orar y recordar al Beato Luis Tezza, cuya vida fue un testimonio de obediencia, ternura y fidelidad al carisma camiliano. Las celebraciones tuvieron lugar tanto por la mañana, con la participación de los trabajadores, como por la tarde, con residentes y familiares. Este triduo fue un gesto sencillo pero lleno de profundidad: unirnos para agradecer la vida de quien dio origen a nuestra familia religiosa junto a Santa Josefina Vannini.
Luis Tezza nació el 1 de noviembre de 1841 en Conegliano (Italia). Hijo único de un médico, quedó huérfano de padre a los nueve años y se trasladó con su madre a Padua, donde continuó sus estudios. A los quince años ingresó en la Orden de los Camilos (Ministros de los Enfermos), mientras que su madre, al ver la firme vocación de su hijo, ingresó en el monasterio de la Visitación de Padua, dejando una fuerte huella como religiosa ejemplar.
Tezza fue ordenado sacerdote y muy pronto se le confió la formación de los jóvenes religiosos. Aunque deseaba con fuerza partir a las misiones africanas, renunció a ese deseo por obediencia. Fue trasladado a Roma como vicemaestro de novicios y más tarde enviado a Francia como maestro de novicios, donde con celo y constancia ayudó a consolidar la vida comunitaria y la asistencia a los enfermos. Tras la supresión de las órdenes religiosas en 1880, fue expulsado como extranjero, pero volvió clandestinamente, reorganizando la comunidad dispersa y asegurando su continuidad.
En 1891, ya como procurador y vicario general, conoció en Roma a Josefina Vannini. En ella encontró la persona idónea para realizar el proyecto que desde hacía tiempo albergaba en el corazón: fundar un instituto femenino dedicado a cuidar a los enfermos según el espíritu de San Camilo de Lelis. Así nació el 2 de febrero de 1892 la Congregación de las Hijas de San Camilo, que integró la delicadeza femenina al corazón ardiente del carisma camiliano: ternura, escucha, acogida y presencia compasiva. La obra fue aprobada por la Santa Sede en 1931 y se expandió con rapidez.
Parecía que su vida ya estaba colmada, pero Dios aún le tenía reservado un nuevo destino: a los 59 años fue enviado a Lima, Perú, como visitador de la comunidad camiliana local, que llevaba más de un siglo alejada de la casa central de Roma y corría peligro de desaparecer. Aquel viaje provisional se convirtió en 23 años de servicio fecundo, hasta su muerte en 1923. El pueblo de Lima lo conoció como “el santo de Lima”, por su cercanía con los pobres, los enfermos, los encarcelados y los más abandonados.
Además de su trabajo como reformador de la comunidad religiosa, fue confesor, consejero, director espiritual y apoyo de fundaciones emergentes. Uno de los testimonios más bellos lo resume así:
“Pasó por en medio de nosotros como una visión celestial, siempre bondadoso y humilde, siempre cariñoso y caritativo. La fe era el principio de sus obras y la bondad le servía como de manto y de diadema.”
Murió en Lima el 23 de septiembre de 1923, y sus restos fueron trasladados más tarde a la Casa General de las Hijas de San Camilo en Grottaferrata (Roma), donde reposan junto a la Beata Josefina Vannini.
El mensaje que nos deja es profundamente actual: el dolor debe ser acompañado con ternura, y la santidad no consiste en lo extraordinario, sino en hacer el bien y hacerlo perfectamente en el lugar donde Dios nos ha puesto. Luis Tezza vivió en continuo discernimiento, atento a la voluntad de Dios, incluso cuando ello implicaba renuncias personales o caminos no previstos.
Este triduo ha sido para nuestra comunidad un tiempo de gracia. El Beato Luis Tezza sigue caminando con nosotros, recordándonos que todo cristiano está llamado a la santidad a través del amor concreto, fiel y silencioso.
